A mucha gente le mortifica aún acudir al dentista por el miedo al taladro pero mucho más fundado sería tenerlo por un motivo bien distinto: la intoxicación que puede provocar en nuestro cuerpo el mercurio que contienen las amalgamas con que algunos profesionales empastan todavía las piezas dentales. Intoxicación conocida por médicos y autoridades que hacen caso omiso de los cientos de estudios que demuestran su potencial peligro para la salud.
Ni en Japón, ni en Rusia, ni en Suecia. En ninguno de esos países se utilizan ya las amalgamas para hacer empastes dentales. Bueno, no es sólo que no se utilicen sino que su uso está terminantemente prohibido porque las autoridades sanitarias consideran que está suficientemente demostrada la toxicidad de las amalgamas a causa del mercurio. Está comprobado -así lo indican numerosos estudios en todo el mundo- que el mercurio es absorbido por el cuerpo y que, en su lento periplo hasta el cerebro -lugar en el que acaba almacenándose-, va provocando daños físicos en los distintos tejidos, órganos y sistemas humanos además de alteraciones psíquicas y emocionales de diverso tipo.
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